Nos dirigimos públicamente a usted, como usted públicamente lo ha hecho, para solicitar su pública retractación hacia la prensa fueguina, a la cual decidió injuriar desde la banca que le otorgó el voto de los habitantes de esta provincia, que son también nuestros lectores y oyentes.
Ha realizado usted una peligrosa analogía entre los periodistas que disfrazaron la noticia vinculada con el crimen de su esposo, y la conducta de la prensa local, a cuyos trabajadores representamos, y que a la luz de sus palabras tendrían la misma mentalidad asesina de los aliados de la Dictadura.
Cuando usted dice “los medios nos matan”, en un liviano uso del lenguaje dentro de un ámbito donde una sola palabra puede modificar todo el sentido de una ley, sobra observar que ha faltado a la verdad, y debe retractarse.
A juzgar por lo que vemos, que está ‘vivita y vociferando’, no se ha materializado ningún crimen contra su persona. En todo caso y sin ánimo de convertirnos en exégetas suyos, debemos entender que quiso decir “los medios nos critican mucho”.
Puesta así la cuestión, nos preguntamos qué tiene de reprochable la crítica en tanto no se base en información falaz u ofensiva, para lo cual las normas prevén mecanismos correctivos que van desde el derecho a réplica hasta las demandas por calumnias.
Y le volvemos a preguntar qué tiene de reprochable porque, por otra parte, ha sido el basamento de la presencia en la agenda de los medios de todos los referentes del ARI, mientras fueron oposición, sin que por eso usted y ninguno de sus compañeros de militancia, hayan sido equiparados a los golpistas.
Hilando un poco más fino en el contenido de su airado mensaje, y partiendo de la base de que se encuentran pocos espacios editoriales en general en los medios de la provincia, podríamos inferir que en la práctica ni siquiera los medios la han criticado tanto, sino más bien optaron por reproducir críticas de terceros hacia la gestión.
Allí está el nudo de la cuestión por la que nos parece oportuno y casi obligado encender la señal de alerta, puesto que se desliza una pretensión que apunta a que los medios acallen o morigeren las voces contrarias; lo que constituye, en buen criollo, una aspiración velada de censura.
A veces interpretar un lenguaje precario y soez, como le ha tocado hacer a la prensa a partir de episodios que la han tenido como protagonista, puede llevar a equívocos, pero la sensación de que subyace en sus palabras esta perversa pretensión, reflejada en la intolerancia que también hemos observado en varios funcionarios de este gobierno, nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de medidas correctivas que vuelvan a ubicar en el eje la respetuosa relación que debe existir entre las instituciones y la prensa.
Señora senadora, debemos señalarle que es usted quien ha violentado el derecho que dice defender, cuando se coloca del lado de las víctimas de la Dictadura y sus aliados, pero repudia la libertad de expresión si las voces no resultan coincidentes con su pensamiento; y lo hace desde una banca pública, en el lugar que le concedió la población con el voto, durante un período democrático que lleva varios años sin interrupciones y así deseamos que continúe, aun con sus imperfecciones.
Democracia no es canjear un totalitarismo por otro, señora senadora. Usted debería saberlo bien, puesto que representa uno de los sectores que no ahorró críticas a distintos gobiernos, críticas que reprodujeron los mismos medios a los que ha insultado. Y pudo hacerlo porque el oficialismo de entonces no tomó la misma actitud que ahora usted asume, ni se atrevió a tamaña generalización de una conducta que no es tal.
Los trabajadores de prensa hace tiempo aramos con los mismos bueyes, y nos ha tocado enfrentar intentos de censura internos y externos en los medios, pero siempre se han abierto canales de expresión, y debemos reconocer que nuestros empleadores en general permiten la pluralidad de voces de uno y otro lado.
Ni la más profunda diferencia ha llevado a un periodista a negarle a un senador de la Nación que se exprese; por el contrario, en su caso ha sido tan persistente como infructuosa la requisitoria periodística de los últimos días, tras conocerse la pertenencia al bloque, como empleado, de un asesor detenido por presuntas maniobras de espionaje.
Eso sí, doña María Rosa, todavía los periodistas, sean trabajadores o dueños de medios, tenemos la libertad de decidir qué contenidos nos interesan, en nuestro rol de interpretar qué contenidos pueden interesarle a la gente.
Con errores y aciertos, así como usted decide qué proyectos presenta y acompaña, también nosotros decidimos qué puede ser o no noticiable, y tal vez su escasa o nula presencia se relacione más con la intrascendencia de su gestión que con la censura de los medios.
Aun así, y a las pruebas nos remitimos, la mayoría de los medios han publicado las gacetillas precariamente redactadas que envía desde Buenos Aires y hasta nos dan cierto trabajo corregir. Si la información luego no capta la atención de lectores ni de oyentes, será que es usted quien no está interpretando lo que espera la gente desde esa banca que ocupa.
Seguramente, y a pesar de sus expresiones, seguirá teniendo oportunidad en los medios de expresarse, y le garantizamos que no encontrará “cobardía” en los periodistas para debatir sobre este y otros temas.
Por lo pronto, señora senadora, en aras de la convivencia civilizada, el respeto a la pluralidad de ideas y, por sobre todo, a la verdad que usted ha mancillado con calumniosas falacias desde su banca, le sugerimos que pida perdón.
Pida perdón, senadora.
Pida perdón por los errores de hoy, y perdone a quienes sea que la hayan herido tanto en el pasado, porque no hemos sido nosotros.
Con una cuota menor de odio en las venas, seguramente vivirá y dejará vivir mejor el futuro que todavía puede contribuir a construir, desde el lugar privilegiado que le concedió la democracia.
Comisión Directiva SIPREN Río Grande
Ha realizado usted una peligrosa analogía entre los periodistas que disfrazaron la noticia vinculada con el crimen de su esposo, y la conducta de la prensa local, a cuyos trabajadores representamos, y que a la luz de sus palabras tendrían la misma mentalidad asesina de los aliados de la Dictadura.
Cuando usted dice “los medios nos matan”, en un liviano uso del lenguaje dentro de un ámbito donde una sola palabra puede modificar todo el sentido de una ley, sobra observar que ha faltado a la verdad, y debe retractarse.
A juzgar por lo que vemos, que está ‘vivita y vociferando’, no se ha materializado ningún crimen contra su persona. En todo caso y sin ánimo de convertirnos en exégetas suyos, debemos entender que quiso decir “los medios nos critican mucho”.
Puesta así la cuestión, nos preguntamos qué tiene de reprochable la crítica en tanto no se base en información falaz u ofensiva, para lo cual las normas prevén mecanismos correctivos que van desde el derecho a réplica hasta las demandas por calumnias.
Y le volvemos a preguntar qué tiene de reprochable porque, por otra parte, ha sido el basamento de la presencia en la agenda de los medios de todos los referentes del ARI, mientras fueron oposición, sin que por eso usted y ninguno de sus compañeros de militancia, hayan sido equiparados a los golpistas.
Hilando un poco más fino en el contenido de su airado mensaje, y partiendo de la base de que se encuentran pocos espacios editoriales en general en los medios de la provincia, podríamos inferir que en la práctica ni siquiera los medios la han criticado tanto, sino más bien optaron por reproducir críticas de terceros hacia la gestión.
Allí está el nudo de la cuestión por la que nos parece oportuno y casi obligado encender la señal de alerta, puesto que se desliza una pretensión que apunta a que los medios acallen o morigeren las voces contrarias; lo que constituye, en buen criollo, una aspiración velada de censura.
A veces interpretar un lenguaje precario y soez, como le ha tocado hacer a la prensa a partir de episodios que la han tenido como protagonista, puede llevar a equívocos, pero la sensación de que subyace en sus palabras esta perversa pretensión, reflejada en la intolerancia que también hemos observado en varios funcionarios de este gobierno, nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de medidas correctivas que vuelvan a ubicar en el eje la respetuosa relación que debe existir entre las instituciones y la prensa.
Señora senadora, debemos señalarle que es usted quien ha violentado el derecho que dice defender, cuando se coloca del lado de las víctimas de la Dictadura y sus aliados, pero repudia la libertad de expresión si las voces no resultan coincidentes con su pensamiento; y lo hace desde una banca pública, en el lugar que le concedió la población con el voto, durante un período democrático que lleva varios años sin interrupciones y así deseamos que continúe, aun con sus imperfecciones.
Democracia no es canjear un totalitarismo por otro, señora senadora. Usted debería saberlo bien, puesto que representa uno de los sectores que no ahorró críticas a distintos gobiernos, críticas que reprodujeron los mismos medios a los que ha insultado. Y pudo hacerlo porque el oficialismo de entonces no tomó la misma actitud que ahora usted asume, ni se atrevió a tamaña generalización de una conducta que no es tal.
Los trabajadores de prensa hace tiempo aramos con los mismos bueyes, y nos ha tocado enfrentar intentos de censura internos y externos en los medios, pero siempre se han abierto canales de expresión, y debemos reconocer que nuestros empleadores en general permiten la pluralidad de voces de uno y otro lado.
Ni la más profunda diferencia ha llevado a un periodista a negarle a un senador de la Nación que se exprese; por el contrario, en su caso ha sido tan persistente como infructuosa la requisitoria periodística de los últimos días, tras conocerse la pertenencia al bloque, como empleado, de un asesor detenido por presuntas maniobras de espionaje.
Eso sí, doña María Rosa, todavía los periodistas, sean trabajadores o dueños de medios, tenemos la libertad de decidir qué contenidos nos interesan, en nuestro rol de interpretar qué contenidos pueden interesarle a la gente.
Con errores y aciertos, así como usted decide qué proyectos presenta y acompaña, también nosotros decidimos qué puede ser o no noticiable, y tal vez su escasa o nula presencia se relacione más con la intrascendencia de su gestión que con la censura de los medios.
Aun así, y a las pruebas nos remitimos, la mayoría de los medios han publicado las gacetillas precariamente redactadas que envía desde Buenos Aires y hasta nos dan cierto trabajo corregir. Si la información luego no capta la atención de lectores ni de oyentes, será que es usted quien no está interpretando lo que espera la gente desde esa banca que ocupa.
Seguramente, y a pesar de sus expresiones, seguirá teniendo oportunidad en los medios de expresarse, y le garantizamos que no encontrará “cobardía” en los periodistas para debatir sobre este y otros temas.
Por lo pronto, señora senadora, en aras de la convivencia civilizada, el respeto a la pluralidad de ideas y, por sobre todo, a la verdad que usted ha mancillado con calumniosas falacias desde su banca, le sugerimos que pida perdón.
Pida perdón, senadora.
Pida perdón por los errores de hoy, y perdone a quienes sea que la hayan herido tanto en el pasado, porque no hemos sido nosotros.
Con una cuota menor de odio en las venas, seguramente vivirá y dejará vivir mejor el futuro que todavía puede contribuir a construir, desde el lugar privilegiado que le concedió la democracia.
Comisión Directiva SIPREN Río Grande
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